domingo, 8 de mayo de 2011

(El diario de los vientos II) La primera luna del hada Nash

Luego del nacimiento, el hada vieja le había dicho a Nash:
–Otras como tú han fracasado. Yo misma he fracasado. No te apresures, cuando llegue el momento del Sol, podrás brillar. Pero recuerda, es sólo un instante, ni antes ni después servirá tu don. Otras como tú han fracasado.
–Otras como yo no han tenido la suerte de contar con tus consejos, hada Kaltenk. Mantengamos la esperanza, al menos hasta que llegue el día de mañana. Esperemos el Sol.
Caminaron un rato sin hablar, Nash fue quien rompió el silencio:
–Debemos ir a la Cueva de los Leones. Allí podremos dormir. Vamos, apresúrense.
Nash había sido contundente. No podían contradecirla.
Una de las hadas, Epolenk,  sabía que el hada nueva tenía más poder, intuía que nunca podría dominarla, pero lo que más la molestaba era el don que había recibido Nash. Ella podía hablar con el Sol, nadie en el Universo tenía ese privilegio. Tenía un poder asombrosamente grande y cuando llegara el momento, el mundo de Viento le pertenecería. La recién nacida no les había agradecido su creación, el chamán se mostraba contento de haber cumplido con su destino y ahora no se preocupaba mucho por lo que les esperaba. No podía compartir con él sus pesares, además, pertenecía a la raza de los hombres del Sur…
La otra hada del aire era un poco más confiable, en realidad había vivido tantos siglos y había visto tantas cosas que nada le sorprendería.
–Kaltenk, –dijo Epolenk en un susurro –Nash no está preparada, tiene mucho poder pero no sabe cómo manejarlo. Tengo un sentimiento de miedo en mi interior.
Pero la anciana la interrumpió secamente:
–No, el hada recién nacida ya es sabia. Sí, es poderosa pero ella podrá cumplir con su destino. Nosotros debemos ayudarla y no dudar de ella.
Se alejó volando y se posó en el hombro del chamán. No quería volver a hablar con Epolenk. Sabía que su mente era oscura.
Llegaron a la Cueva de los Leones, allí pescaron y comieron. La cena no sabía bien, pero a nadie le importaba. Todos tenían frío y estaban muy candados. El chamán pronunció palabras por fin. Luego de hacer fuego, sacó un tamborcillo y entonó rimas enseñadas por las brisas de las montañas. Era un canto alegre y diáfano, el ánimo de todos mejoró durante la noche.
Kaltenk tenía el poder de la transformación, por eso se hizo puma. así podría dar calor a las otras hadas y defender al grupo si surgía algún peligro. Cuando la oscuridad le ganó a la Luna, las tres hadas se durmieron.
Nash estaba agotada, no sólo por la energía que necesitó para surgir en el nacimiento desde la piedra, sino porque el camino desde Punta Norte hasta la Cueva de los Leones era largo y las piedras no facilitaban el camino. Cayó en un sopor profundo y tuvo sueños proféticos.
Epolenk, pese al cansancio, no podía dormir. Esperó a que estén todos durmiendo y se levantó. Había pensado esto todo el día, Nash no era quien debía atrapar el Sol, no era ella… Sacó de su carcaj mágico una flecha con punta negra, sigilosamente se acercó al hada recién nacida y rozó su hombro con el horrible elemento de la muerte.
© Luna Blanco